Columna de Opinión

Un nuevo pacto social en Hidalgo

Por años, la ciudadanía ha reclamado gobiernos más cercanos, eficientes y empáticos. Hoy, en Hidalgo, ese anhelo comienza a materializarse con la presentación del Modelo Integral de Atención al Pueblo, una apuesta ambiciosa del gobernador Julio Menchaca por transformar no sólo las estructuras del gobierno, sino también su alma.

Este modelo no se limita a modernizar trámites o mejorar la logística institucional; propone algo mucho más profundo: un cambio de paradigma. En palabras del propio mandatario, no se trata del esfuerzo de una sola persona o de los altos mandos del gabinete, sino del trabajo incansable de cientos de mujeres y hombres que, desde distintos frentes —en aulas, consultorios, patrullas o en el campo— están al servicio de su comunidad.

Y es que no podemos ignorar la realidad de las comunidades más alejadas, donde la burocracia no sólo es ineficiente, sino también costosa. Las distancias, el tiempo de espera y los recursos necesarios para acceder a trámites básicos se han convertido, para muchos, en barreras infranqueables. Por eso, que el gobierno haya decidido llevar sus servicios hasta las puertas mismas de las y los ciudadanos, con 389 servidores públicos desplegados por todo el estado, es más que un avance: es un acto de justicia.

Pero este modelo no se queda en lo simbólico. Las cifras hablan con contundencia: más de 125 mil atenciones brindadas en las Ferias de Servicios, una meta del 60% de digitalización de trámites para 2026 y un ahorro proyectado de 282 millones de pesos anuales. Esto no sólo representa eficiencia gubernamental, sino también un impacto directo en la economía de las familias hidalguenses.

Y hay más. La creación de más de 2 mil 500 empleos y la consolidación de seis centros regionales y 26 casas de atención confirman que este modelo no es un parche temporal, sino una estrategia estructural, sostenida por una política de austeridad que ya ha logrado reducir en un 24% la deuda pública estatal.

Lo que se plantea, en el fondo, es un nuevo pacto social: un gobierno que no se mira al ombligo, sino que camina, escucha, resuelve y pone al ciudadano en el centro de cada acción. La apuesta es clara: un gobierno humano, honesto y moderno. No se trata sólo de infraestructura o digitalización, sino de recuperar la confianza de un pueblo que, por demasiado tiempo, se sintió ajeno al poder.

La verdadera transformación no ocurre en los escritorios, sino en el rostro de cada persona que vuelve a creer que su voz importa. Y eso, en tiempos donde la apatía y la desconfianza han ganado tanto terreno, es una revolución en sí misma.

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