Ciertamente la violencia no tiene límites, cuando los más se aprovechan de los menos. Dos ejemplos lo ratifican con crudeza. Uno tuvo lugar en Zacualtipán, Hidalgo,días después de que policías municipales golpearon a un adulto mayor, identificado como Estanislao. Tras ser internado, falleció. Pero después los vecinos hicieron justicia con su propia mano. Más que molestos, enardecidos, incendiaron dos patrullas, una camioneta del DIF y una Urvan y siete motocicletas, y además entraron a la casa del alcalde Edgar Josué Moreno Gayosso y causaron daños. El munícipe tuvo que escapar por la azotea. El otro caso se registró en San Luis Potosí, cuando un hombre a quien se identificó como Fernando Medina, presumiblemente experto en artes marciales, ingresó hasta la cocina y agredió, inmisericorde, nublada su mente por el arrebato, a un joven menor de edad. A consecuencia de los duros impactos, el afectado sufrió fractura de nariz, pómulo y además le diagnosticaron inflamación cerebral.