Por Liliana Castillo
En tiempos donde el cemento avanza y las pantallas nos atrapan, recuperar el valor de un espacio público bien pensado y al servicio de las personas no solo es un acierto urbanístico, sino también un gesto político de humanidad. Este 11 de mayo, Pachuca vivirá una fiesta con la reapertura del Parque Cultural Hidalguense Ben Gurión, un proyecto que trasciende la obra física y apunta directamente al corazón de las familias.
Bajo el liderazgo del gobernador Julio Menchaca, este parque no reabre simplemente con árboles podados y pintura fresca. Lo hace con una visión clara: convertirse en un punto de encuentro intergeneracional, donde la convivencia, el arte, el deporte y la naturaleza se entrelacen. En una sociedad necesitada de lugares donde detenerse, respirar y reconectar, este tipo de iniciativas son más necesarias que nunca.
La programación inaugural no ha sido pensada al azar: carrera atlética por la mañana, iluminación artística por la tarde, actividades para mamás, niñas, niños y docentes, justo en un fin de semana cargado de celebraciones significativas. Es una invitación a reaprender a estar juntos, al aire libre, lejos del ruido digital y cerca de la vida real.
No es menor que se haya considerado a quienes tienen mascotas, ni que se incluya una oferta deportiva tan diversa como el pádel, el voleibol o el patinaje. Tampoco pasa desapercibido el ajedrez gigante, el teatro al aire libre o el laberinto, propuestas que despiertan la imaginación y el juego. Este parque no solo se remodeló: se rediseñó con inteligencia emocional urbana.
En un país donde muchas veces se asume que el espacio público es tierra de nadie, ver cómo se invierte con criterio para dignificarlo y abrirlo a todos es alentador. Y más aún cuando se habla en plural: oficinas, secretarías, visión compartida. Porque los grandes proyectos no los levanta una sola persona, sino una comunidad institucional y ciudadana unida por el deseo de mejorar.
Así pues, este parque no será solo un lugar bonito para selfies. Será —si lo cuidamos— un símbolo de lo que podemos lograr cuando se apuesta por el bienestar colectivo. Y eso, en estos tiempos, vale oro.