Han transcurrido los primeros 100 días desde que los 84 alcaldes electos en Hidalgo asumieron sus responsabilidades. Este hito marca el inicio de una evaluación preliminar sobre su desempeño, no solo en el cumplimiento de promesas, sino también en su capacidad para responder a las complejas demandas ciudadanas que los llevaron al poder. Sin embargo, estos primeros meses también ponen en evidencia los retos estructurales y sociales que enfrentan, así como la necesidad de demostrar que pueden estar a la altura de las expectativas de quienes confiaron en ellos.
El peso de las promesas electorales
Cada alcalde asumió su cargo cargado de compromisos que variaron desde obras públicas hasta planes de desarrollo económico. Sin embargo, en un estado con desigualdades marcadas entre regiones, la brecha entre lo prometido y lo posible de ejecutar es evidente. Los ciudadanos, cansados de administraciones pasadas que quedaron a deber, esperan resultados tangibles. Pero cumplir no solo implica gestionar recursos con eficiencia, sino también lidiar con presupuestos limitados, burocracia heredada y, en muchos casos, redes de corrupción que continúan siendo un obstáculo.
Las demandas inmediatas
El acceso a servicios básicos sigue siendo un tema central en Hidalgo. Agua potable, alumbrado público, seguridad y pavimentación son exigencias reiteradas en municipios grandes y pequeños. En estos primeros 100 días, algunos alcaldes han mostrado avances en estas áreas; sin embargo, para otros, la inercia administrativa parece haberse impuesto. La transparencia en el manejo de recursos también ha sido un punto clave: la ciudadanía está cada vez menos dispuesta a aceptar explicaciones ambiguas y exige rendición de cuentas claras.
La participación ciudadana como reto y oportunidad
Un aspecto que ha sido una asignatura pendiente para muchos de estos gobiernos municipales es el involucramiento real de la ciudadanía en la toma de decisiones. En los discursos, se prometieron mecanismos de participación como cabildos abiertos o consultas populares, pero su implementación ha sido escasa. Este vacío no solo erosiona la confianza de los ciudadanos, sino que también limita la posibilidad de generar proyectos que verdaderamente atiendan las necesidades locales. Los alcaldes deben entender que gobernar no se trata de imponer, sino de construir con la comunidad.
La responsabilidad de mirar hacia el futuro
El balance de estos primeros 100 días es desigual. Hay quienes han tomado la iniciativa de establecer bases sólidas para una administración eficaz, mientras que otros parecen atrapados en la improvisación o el conformismo. Pero este periodo también es una llamada de atención: queda mucho por hacer. Los retos a futuro incluyen no solo mantener el ritmo de trabajo, sino también articular planes de largo plazo que trasciendan sus administraciones y logren impactos duraderos.
Al final, el juicio de los ciudadanos no se basará en discursos ni en actos protocolarios, sino en la transformación concreta de su entorno. Estos primeros 100 días son solo el comienzo; los próximos meses y años determinarán si los alcaldes de Hidalgo logran convertirse en agentes de cambio o quedan atrapados en el ciclo de promesas incumplidas que tanto ha desgastado la confianza en las instituciones. La esperanza está puesta, pero también la vigilancia.