Claudio y Adriano han sido idealizados por el cine y la literatura hasta transmitir una imagen de vidas fascinantes entre los emperadores romanos. Mientras que Claudio ha sido presentado como un hombre poco agraciado y muy inteligente, con grandes dotes políticas, Adriano ha sido exaltado como un ser elegante y admirado por sus enemigos. No hay que dejar que la realidad estropee una buena novela.
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