Columna de OpiniónEstatal

Zorayda Robles: de la esperanza al desencanto en tiempo récord

A menos de un año de haber asumido la presidencia municipal de Apan, Zorayda Robles ha logrado lo que pocos: unir a comerciantes, regidores, trabajadores sindicalizados y ciudadanos… pero en su contra. Su administración, que en un inicio prometía ser distinta, transparente y cercana, ha terminado por convertirse en un caso ejemplar de confrontación, decisiones unilaterales y desconexión con la realidad del municipio.

Uno de los puntos más polémicos fue la instalación de elevadores en tres edificios públicos, incluyendo el palacio municipal. A pesar de que el número de personas adultas mayores o con discapacidad que los requieren es reducido, la obra se autorizó sin pasar por Cabildo, y sin claridad sobre el origen del financiamiento. Peor aún, uno de los elevadores apunta directamente a su oficina. Aunque Robles ha asegurado que no será de uso personal, el mensaje enviado es claro: primero ella, luego el pueblo. La intervención del INAH para frenar la obra en el edificio histórico solo encendió más las alarmas.

La molestia no se queda en el cabildo. Comerciantes locales protestaron tras la autorización para abrir una tienda de origen chino en la Casa Ejidal, justo en el corazón del municipio. ¿El resultado? Mayor competencia para negocios locales ya golpeados por las bajas ventas. La percepción general es que se beneficia a los foráneos, mientras el comercio local queda relegado, sin apoyos, sin estímulos y ahora también, sin confianza.

Los trabajadores del ayuntamiento, a través de su sindicato, tampoco escapan de este escenario. Desde octubre esperan una respuesta a su pliego petitorio. La falta de diálogo ha derivado en plantones constantes, y lo más grave: en enfrentamientos verbales directos entre la alcaldesa y el personal sindicalizado. La imagen de una administración que no escucha ni negocia, sino impone y confronta, se refuerza cada día.

El rechazo a apoyar a los ciclistas peregrinos que cruzan por Apan rumbo a San Juan de los Lagos terminó por exponer la falta de empatía institucional. Durante años, Protección Civil y Seguridad Pública habían brindado acompañamiento, pero en esta ocasión, la presidenta condicionó su apoyo a que los propios peregrinos costearan viáticos y gasolina. Ni siquiera el espíritu solidario fue capaz de doblarle el brazo.

Otro frente abierto es su propuesta de cambiar el nombre de espacios públicos con fuerte arraigo comunitario, como el Centro Cultural Doctor Arnulfo Durán Jiménez o el bulevar Samuel Berganza. La idea, según sus propias palabras, es sustituirlos por “personajes nacionales” o frases afines a la ideología de Morena. Para muchos, esto representa un intento de borrar parte de la identidad histórica de Apan para imponer una narrativa partidista.

Y como si todo esto fuera poco, el agua escasea. El tandeo es cada tres semanas o incluso una vez al mes, pero en lugar de resolver el problema de fondo, la solución que propone la alcaldesa es colocar medidores. ¿Cobrar por un servicio que apenas existe? El descontento crece, y las sesiones de cabildo —que deberían ser espacios para construir soluciones— se han convertido, según regidores, en un “circo”, donde lo menos que ocurre son acuerdos.

Zorayda Robles está a tiempo de corregir el rumbo, pero cada decisión, cada desencuentro y cada omisión la alejan más de la ciudadanía. Gobernar no es imponer. Escuchar, atender, negociar y representar con dignidad son el mínimo exigible a una presidenta municipal. Hoy por hoy, Apan merece más.

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