Si se promueve la inteligencia emocional desde la infancia, es posible prevenir la violencia, ya que le permite a las personas gestionar sus emociones para que enfrenten de una forma más estable y positiva las situaciones complejas e inesperadas que deban vivir, señaló en una entrevista Abel Lerma Talamantes, jefe del Área Académica de Psicología del Instituto de Ciencias de la Salud (ICSa), de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
Indicó que la violencia es producto de una desregulación emocional, es decir, cuando una persona no tiene la capacidad de gestionar y regular sus emociones, impactando con ello en la forma en que reacciona al entorno, situaciones o personas, que de no tener una buena inteligencia emocional, puede desencadenar en conductas agresivas o de desesperanza. Estas últimas propiciarían el consumo de sustancias o involucrarse en situaciones de riesgo.
Aunque lo ideal es que desde muy temprana edad se fomente tanto en el hogar como en las escuelas el autocontrol, esto no siempre es así, pero sí es posible advertir algunas conductas a las que se debe prestar atención para que, en caso de presentarlas o detectarlas en otra persona, se realice una intervención oportuna con el fin de ofrecer alternativas y así canalizar o dirigir la emoción de una manera menos reactiva.
De este modo, aconsejó no tolerar ni minimizar, por pequeñas que sean, las señales de agresividad, burla, desprecio, humillaciones, descalificaciones, conductas controladoras o de abuso, acoso, irritabilidad, arrebatos de ira, intolerancia, entre otras que pudiera realizar una persona, pues estas son señales de que algo no está bien y que a la larga, el comportamiento podría escalar a situaciones cada vez más agresivas.
“A veces las personas actúan de forma aprendida para interactuar con otras personas, pues comienzan con burlas u otras conductas que pudieran ser inofensivas, porque esto se les hace gracioso o produce cierta simpatía; pero si no se detiene a tiempo quienes están a su alrededor lo padecerán, porque viven la hostilidad, la insensibilidad y agresividad de la otra persona y, esta a su vez, también sufre”, indicó el científico Garza.
Para concluir, advirtió que el comportamiento que muestran las personas no es el problema en sí mismo, sino un síntoma de algo más, porque por ejemplo, ante la tristeza o desesperanza la persona se deja vencer. Esto, puntualizó, es un doble riesgo, ya que si cree que no tiene solución y se encuentra en una situación compleja, podría comenzar a consumir sustancias tóxicas o realizar actividades de peligro constante para ella o el resto de la población; o ante la ira, buscar una forma de desquitarse.