En México viven casi 40 millones de niñas, niños y adolescentes, lo que significa que una de cada tres personas se encuentra en el rango de edad de cero a 18 años; representan, en promedio, 30 por ciento de la población total y la mitad de ellos vive en condiciones de pobreza, destaca la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Carmen Gabriela Ruiz Serrano.
De acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, nueve de cada 10 infantes y adolescentes que hablan una lengua indígena se encuentran en condición de pobreza y no logran satisfacer, a cabalidad, sus derechos, resalta en entrevista a propósito del Día del Niño y la Niña, que se conmemora en México el 30 de abril.
La investigadora subraya que esta realidad se expresa en diferentes problemáticas: las violencias estructurales donde la pobreza, desigualdad y falta de oportunidades tienen un papel fundamental; y, además, aquellas que se experimentan en el ámbito doméstico en forma de abuso sexual, psicológico y omisión de cuidados.
Detalla que cuando se habla de la niñez, a partir de la perspectiva social, “podemos identificarla como una experiencia dinámica relacionada y contextual de los primeros años de vida, que nos permite reconocer el mundo, una forma de interactuar y de construir vínculos”. Por tanto, esta etapa de la vida no la estaríamos pensando como un tiempo finito, que concluye, sino una geografía y un mapa que nos permite funcionar en el mundo. De ahí la trascendencia de cuidar del principio de la vida.
Indica que, con base en estudios realizados “sabemos que antes de la sindemia había alrededor de 30 mil niñas y niños en riesgo de reclutamiento por el crimen organizado; luego de la pandemia la cifra pasó a 150 mil, aproximadamente. Además de un incremento de 150 por ciento en el abuso sexual en estas poblaciones y la producción de pornografía infantil en redes sociales”.
Ruiz Serrano refiere que el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia estima que siete de cada 10 infantes han externado algún tipo de abuso corporal experimentado dentro de sus hogares “con una encarnada cultura adultocentrista, en donde seguimos viendo a niñas y niños como seres inacabados a la espera de la vida adulta”.
En ese sentido, menciona que cuando se tienen personas que han vivido esas condiciones adversas “resulta complejo, pero no imposible, transformar sus trayectorias y generar nuevas formas de relación”.
Si bien existen avances en términos jurídicos para su protección son recientes, pues se implementaron a partir de la Convención de los Derechos del Niño de 1989. Aunque es un progreso que en México se cuente con la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, de diciembre de 2014, aún no se materializan esas prerrogativas en acciones concretas y escenarios de cuidado.
La universitaria estima que aún falta por hacer para generar condiciones adecuadas para este sector de la población y reconocer a sus integrantes como actores sociales, políticos y productores de cultura, con capacidad para actuar por su propia vida, definir y conseguir sus objetivos, metas y propósitos, así como elegir y tomar decisiones.
Ruiz Serrano comenta que los cuidados hacia este grupo etario es una responsabilidad social, y el llamado interés superior de la niñez -entendido como ese principio fundamental en donde en cualquier controversia se tiene que poner al centro sus necesidades-, nos relaciona a todas y todos, aunque no tengamos un rol de papá, mamá o profesor.
Se requiere pensar a partir de una perspectiva comunitaria y comprender que somos responsables de su cuidado, razón por la cual beneficiaría contar con esa red de apoyo para respaldar, por ejemplo, a esa madre de familia que vive estresada, debe trasladarse por horas para llegar a su trabajo y experimenta vínculos de violencia de género, acota.
“Si tenemos una comunidad sensible y bien tratante, ese niño y esa niña sabrán que existe una figura de referencia a la que puede acceder en un momento de adversidad”, añade.
La especialista señala que, en el ámbito de la movilidad, los menores de edad que transitan solos por nuestro país provenientes del triángulo norte de América Central y de otras naciones, para llegar a Estados Unidos, están expuestos a condiciones de violencia.
En la UNAM, como la Universidad de la nación, tenemos una gran responsabilidad de tener un impacto en este tema, sacar de las aulas el conocimiento para ponerlo al servicio de estas poblaciones y generar escenarios de seguridad, contextos más sensibles para su cuidado, manifiesta.
La universitaria recuerda que en la ENTS su línea de investigación es Trata de Personas, situada en niñas niños y adolescentes, a través de un proyecto académico denominado Problemáticas de la Niñez en el México Contemporáneo.
Realizamos trabajo de investigación, docencia y difusión más allá de la propia institución, salimos de los espacios universitarios, nos interesa el trabajo en territorio y hacerlo con los equipos.