El SARS-CoV-2 impactó en la salud de millones de mexicanos y en sus empleos, lo cual elevó los niveles de pobreza y generó una serie de problemas sociales e intrafamiliares, cuyas repercusiones serán perceptibles en los años venideros, ya que esta crisis, además de sanitaria, ha sido humana y laboral, señaló el director del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la Universidad Nacional, Armando Sánchez Vargas.
El mundo cambió y las consecuencias son perceptibles. De hecho, el 25 de marzo de 2021 la ONU advirtió en un comunicado: “La Covid-19 podría representar una década pérdida para el desarrollo”. Y es que la pandemia generó desempleo y transformó los escenarios laborales; eso es algo sobre lo cual debemos reflexionar, comentó el académico.
Para el profesor Sánchez Vargas no cabe duda de que las poblaciones más afectadas en lo laboral por esta crisis sanitaria fueron los adultos mayores y los más jóvenes, “pues la COVID nos ha obligado a usar nuevas tecnologías para cumplir con nuestros deberes y muchas personas de la tercera edad no han sabido adaptarse, lo que ha generado segregación en este grupo poblacional y que muchos individuos queden a la zaga”.
En contraste, las personas de 18 a 30 años que buscaron trabajo durante la pandemia encontraron que los empleos se redujeron tanto en lo formal (tan sólo en 2020 se registró una caída de un millón de puestos de un trimestre a otro) como en lo informal (la tasa de desempleo aumentó 50 por ciento).
Esta es una de las razones por las cuales los jóvenes no encuentran empleos; si lo hacen, es sin prestaciones y con pocas esperanzas de mejora en el corto y mediano plazos. “Las condiciones de este sector etario se antoja complicado y eso es algo a considerar desde hoy, si deseamos que las nuevas generaciones tengan un mejor futuro”, dijo.