Nadie ha podido demostrar que quien se sentó en el trono en 1901, Eduardo VII, estuviera informado de la autoría de asesinatos atribuidos genéricamente a un personaje maligno, sin identificar, llamado Jack el Destripador; pero tampoco que el soberano se enterara de ellos por la prensa. Tampoco se descarta la explicación más simple, la que otorgaría la fama a un asesino en serie que un buen día se levantó y decidió no matar más, aunque se le acreditaran cuando menos 5 homicidios, en 1888, en el barrio londinense de Whitechapel. Y hace algunos años una escritora de novelas de intriga, Patricia Cronwell, afirmó que el Destripador era un conocido pintor impresionista cuyos cuadros estaban repletos de valiosa información sobre el caso. Pese al tiempo pasado, la policía dice que tiene abiertas todas las líneas de investigación.
Jack el Destripador
